Puedo escuchar mil y una veces la misma marinera, pero inevitablemente mis pies iniciarán un remolino imaginario que viene del corazón y del espíritu.
Hoy estuve en una entrega de obras urbanas, con cierre de marinera. Tres parejas, tres generaciones, tres campeones, tres expresiones distintas bajo un mismo tema.
Pañuelos al aire, sonrisas al viento con picardía, hidalguía y coquetería sobre el estrado; la gente intentaba capturar toda la magia en sus cámaras. Mi imaginación volaba y mis clases de marinera de sólo un mes volvieron a mí. ¿Por qué las dejé? Demasiados pretextos, pero fueron días muy divertidos. Será inevitable que aprenda a bailarla, además es un “talento” peruano. En muchos encuentros preguntan ¿sabes algún baile típico?... y la respuesta se repite: No.
La marinera puede significar el resultado de un mestizaje que aún no termina, cada pareja agrega su cuota, le pertenece a todos y a nadie. Por eso, cuando las notas suenan, en su gira y gira galante, nace algo más que un amor de pareja, es nuestro Perú que brilla y cobija a todo aquel que se detiene a apreciarlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario