1.11.07

Por Chan Chan

Hace varias semanas volví a visitar Chan Chan, la ciudadela de barro más grande del mundo, la última vez que fui tenía trece años. Me sorprendió llegar y no ver mucha gente pese a ser domingo, pero al menos permite tener una vista despejada y no tienes que esperar que la gente se mueva para conseguir fotos algo interesantes, además de respirar historia en la brisa y ver cada grano de arena componer el testimonio de nuestros antepasados.
A pesar del sol, de la humedad permanente, las lluvias, la ignorancia de nuestros compatriotas y el olvido de los que dirigen la cultura nacional, Chan Chan sigue de pie, como mudo testigo de los pasos de los antiguos chimú, de la resistencia ante los incas y su refugio con sus huachaques de vida.
Me admira la simpleza de sus murales, las líneas tan claras y su manera de representar el mundo que vivieron, supongo más natural y libre de cualquier contaminación. Aquellos íconos elementales pero tan representativos de su entorno que incluso son más reales que la propia realidad. Cada detalle de Chan Chan es un digno cuadro de colección, esperemos que a nivel local sea más reconocido, conservarlo es también defenderlo.

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