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El pasado 15 de agosto fue un día que dificilmente será borrado por los peruanos, aún más por los hermanos del sur. El tiempo va pasando y es cuando más se siente la presencia de la ausencia, muchos se fueron, las ciudades mismas se fueron.
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Los medios se han encargado de cubrir a cada detalle los acontecimientos, con sus aciertos y desaciertos, han ayudado en la convocatoria de voluntarios y donaciones. Entrega solidaria desde todas las ciudades del país nos dejó entrever que pese a las carencias de muchas familias, aún hay esa convicción de ayuda, de esa opción de dar antes que recibir... claro nunca faltaron aquellos que quisieron aprovecharse de la situación, desde autobombos hasta desvío de donaciones.
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En momentos de desastre como este es cuando todos se echan la culpà de lo que se pudo hacer para atender mejor el problema, esto durará un buen tiempo más. La pregunta que se siente en el ambiente, sabiendo que nuestro país es visitado siempre por temblores, es si estamos preparados realmente para desastres de estas dimensiones, la respuesta es sabida, no.
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La reconstrucción empezó, esperemos que la ayuda llegue a todos equitativamente. Y los demás preparémonos, uno nunca sabe. Al trabajar en un casona antigua, remodelada en los interiores, me escarapelo de tan solo pensar si podré llegar a la puerta de salida, con unas escaleras tan angostas, y un salón antiguo por delante, definitivamente no.
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