Innumerables veces escuché de Caleta Colorada. La idea de pasar un día de invierno en una playa tan lejana nos hizo dudar al principio; sin embargo, los primeros rayos de sol auguraban un cálido paseo... y así fue.
No fue tan rápido como pensamos inicialmente. Dos horas hasta Chimbote, y luego 30 minutos a la caleta para ver a los pescadores. Tan concentrados estaban en su faena que no atendían nuestro pedido de ser trasladadas. Al final apareció un pescador que se ofreció a llevarnos en una pequeña balsa. Bordeando el litoral pudímos sentir a Eolo en la fuerza que sólo tienen los vientos libres. Conforme avanzamos aparecieron gaviotas sobre el camino. Al llegar, sin exagerar, pensamos que estábamos en un paraíso primordial y oculto. Toda la playa para nosotras, su arena, sus colores, y sus luces y sombras. El verano llego y nosotras con él.
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¡Toda la playa para nosotras! |
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Los pasos de la brisa. |
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Un lugareño amistoso. |