Cuando me dijeron para ir a Zaña se ve vino a la mente aquella canción de Nicomedes Santa Cruz, (8)...a lundero le da, a lundero le da zaña, a lundero le da..(8), esta era mi única referencia de aquel lugar, en mis tantas idas y venidas a Chiclayo, esta vez decidimos cambiar de ruta.
Uno de esos autos antiguos tipo góndolas era nuestro ticket a Zaña, el conductor nos contaba algunas historias de carretera, qué es lo que no debemos dejar de visitar y qué es lo que debemos comer; siempre este tipo de conversaciones te dan alcances que no los encuentras en ningún mapa viajero. Siguiendo las recomendaciones de don Víctor, al llegar a la plaza principal de Zaña tomamos una mototaxi directo al Museo Afroperuano.
La presencia del Museo Afroperuano se camufla en medio de las casas de adobe típicas del norte peruano, el letrero y los dibujos nos indican que es el lugar que buscamos. Al entrar, en la primera sala resalta una serie de personalidades afroperuanas que han hecho historia en nuestra patria, sea con la música, sea con las letras o con el deporte, cada sala tiene una serie de detalles que te transportan en el tiempo. Mi favorita fue la de música, aquellos discos de vinilo colgados en las paredes era impresionante además de las vitrolas que se exponían, también conocí los bongós africanos y el cajón de calabaza. Luego pasamos por la sala de arte donde las esculturas de ébano resaltaban notablemente, la sala de cocina donde mostraban los utencilios de la época, y lo más impactante, la sala de esclavos, al entrar se sienten los gritos y el dolor de los negros arrancados de su áfrica, llantos que crearon su propia cultura y su propia dulzura para iniciar una vida más allá de los grilletes y los látigos de la indiferencia.
Al salir del museo nos dirigimos en busca de dulces típicos de Zaña y encontramos a la Sra. Donayre, una linda viejita muy conocida, con mucha rapidez se acerca a nosotros para atendernos, nos ofrece crocantes roscas dulces, alfajores con coco, barras de membrillos y unos suspiros de ensueño. Optamos por probar primero dulce de membrillo en tanto la señora nos preguntaba qué hacíamos por allí y también nos recomendó hacer el recorrido de las 19 iglesias de Zaña.
Al oir sobre las 19 iglesias pensamos en que no nos iba a alcanzar el día, y así fue, pese a que sólo tres de éstas están habilitadas para recibir visitas. Después de terremotos y varios fenómenos de El Niño, estas iglesias se han venido reconstruyendo lentamente pero el tiempo no espera y eso se siente al ver las ruinas que intentan mantenerse de pie y contar las historias del pueblo.
Nos rendimos después de visitar cuatro, estaba oscureciendo y teníamos que regresar a Chiclayo, sólo llegamos al puente colgante, áquel que era el primer lugar donde los esclavos llegaban y cruzaban el río, hoy esto se ha esfumado, la gente cultiva sus raíces, trabaja por progresar y reconstruir su legado, reconstruir a su Zaña, aquella que fuera una ciudad importante candidata por los españoles a ser la capital del Perú.